Insulto a los tiempos que corren, al mundo que nunca tendré.
A el impío destino que siempre viene detrás.
A las curvas que doblan prometiendo horizontes que son callejones oscuros y sin verdad.
A la musa celosa que me deja solo cuando algunas veces soy feliz,
Al cabrón de la vida ajena, que sin propia, va saliendo a costa de otros del lodo.
Al águila negra de noches que soplan al oído diciendo este es el final.
A la mañana farsante, de esas que huelen a resurrección pero que mata cuando viene la noche.
Al tener que volver a empezar otra vez mas,
A esa grieta en el circulo vicioso que en fin, no está,
A estos torpes versos que ni hambre ni pan me dan.
A la cobarde verdad en si misma, si es que la hay.
Al dinero que ciega y nos hace mas viejos.
A las bestias y los roedores que te dicen por donde pasar,
A la falsa libertad, verde y falsa libertad,
A los que con un dedo pueden dar y no dan.
A la justicia corta de vista.
Al insomnio y el desvelo, al anhelo solo en sueños.
Al veneno que volcamos en el terreno que al final pisaremos.
Al que solo escucha una brisa de un jardín de rosas sin espinas.
A el impío destino que siempre viene detrás.
A las curvas que doblan prometiendo horizontes que son callejones oscuros y sin verdad.
A la musa celosa que me deja solo cuando algunas veces soy feliz,
Al cabrón de la vida ajena, que sin propia, va saliendo a costa de otros del lodo.
Al águila negra de noches que soplan al oído diciendo este es el final.
A la mañana farsante, de esas que huelen a resurrección pero que mata cuando viene la noche.
Al tener que volver a empezar otra vez mas,
A esa grieta en el circulo vicioso que en fin, no está,
A estos torpes versos que ni hambre ni pan me dan.
A la cobarde verdad en si misma, si es que la hay.
Al dinero que ciega y nos hace mas viejos.
A las bestias y los roedores que te dicen por donde pasar,
A la falsa libertad, verde y falsa libertad,
A los que con un dedo pueden dar y no dan.
A la justicia corta de vista.
Al insomnio y el desvelo, al anhelo solo en sueños.
Al veneno que volcamos en el terreno que al final pisaremos.
Al que solo escucha una brisa de un jardín de rosas sin espinas.
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